La evaluación del milenio de los ecosistemas en Canarias

  1. Nerilli, Giuseppe
Dirigida por:
  1. José María Fernández-Palacios Martínez Director

Universidad de defensa: Universidad de La Laguna

Fecha de defensa: 11 de febrero de 2016

Tribunal:
  1. Ricardo Haroun Tabraue Presidente/a
  2. Águeda María González Rodríguez Secretaria
  3. Tomas de Azcarate Bang Vocal
Departamento:
  1. Botánica, Ecología y Fisiología Vegetal

Tipo: Tesis

Teseo: 405985 DIALNET lock_openRIULL editor

Resumen

Como todos los sistemas socio-ecológicos insulares, el sistema insular macaronésico alberga una biodiversidad y un acervo de tradiciones y culturas únicos en el mundo. Canarias, con la presencia de cerca de 4.000 especies endémicas, ecosistemas únicos y con los diversos recorridos culturales que han caracterizado su evolución, alberga la mayor riqueza de especies de toda la Macaronesia representando así un importante patrimonio genético y cultural para sus habitantes, para el conjunto del estado español y para la comunidad internacional, de hoy y de mañana. Gracias a su origen, a su rango altitudinal y a su posición geográfica, Canarias ha mantenido una elevada tasa de especiación a lo largo de su evolución, que le hacen albergar hoy cerca del 27% de los endemismos vegetales españoles en sólo el 1,5% del territorio, aunque los tamaños reducidos de sus poblaciones y los delicados equilibrios que se instauran en términos de exigencias territoriales de las especies, las exponen enormemente a los cambios que puedan acontecer en los hábitats, bien sea por destrucción, alteración, degradación o fragmentación, como por el consumo de las especies insulares y la introducción de especies exóticas. Todos estos cambios, que en diversa medida ya han manifestado su efecto destructivo en los ecosistemas insulares de todo el mundo, incluidos los macaronésicos de Azores y Madeira, también están actuando en las Islas Canarias. Los servicios de regulación (captación y depuración de agua, formación y fertilidad de suelos, control biológico, sólo para citar algunos) que ofrecen la gran variedad de subtipos de ecosistemas que se encuentran en las islas (monteverde, pinar, matorral costero, playas, coladas de lava, etc.) son de importancia vital para el mantenimiento de aquellos procesos ecológicos esenciales relacionados con los mesoclimas que caracterizan y generan la diversidad presente y para el necesario mantenimiento del bienestar del sistema socio-ecológico en términos de sus servicios culturales y de abastecimiento. Hoy en día, los ecosistemas canarios han visto reducir su capacidad de seguir ofreciendo servicios y ello se ha debido en muchos casos a la sobreexplotación de los mismos. De hecho, Canarias se encuentra en la paradójica situación de tener que recurrir a importantes inversiones, para el abastecimiento hídrico y energético, así como para reparar o prevenir los daños, ecológicos y a las personas y bienes, debidos al aumento de los impactos de las perturbaciones naturales o de origen antrópica, que podrían destinarse a otros sectores si sólo los ecosistemas se mantuvieran en mejor estado, con lo que aumenta la ya de por sí elevada importancia económica del manejo adecuado de los ecosistemas. Los impulsores directos de cambio que parecen haber tenido la mayor influencia en la última mitad de siglo, o al menos aquellos cuya influencia es más evidente, son la explotación intensiva de sus servicios y los cambios de uso del suelo, ambos influenciados por un imponente aumento demográfico, íntimamente relacionado con la adopción del turismo de masas como modelo de desarrollo imperante. Menos evidente, aunque no por ello menos importante, es la masiva introducción de insumos externos necesaria para alimentar un modelo de desarrollo (turístico e interno) que revela toda su insostenibilidad ya en sistemas continentales, generalmente mucho más resilientes, y que en sistemas insulares se puede considerar, mas que miope, ciego, bien sea por los impactos que conlleva que por la dependencia que genera y que no hace mas que aumentar la vulnerabilidad intrínseca. También el sistema agrícola adoptado en las islas y que basa su sostenibilidad económica sobre los cultivos de exportación, revela todo el peso de su insostenibilidad. La producción de cultivos en explotaciones intensivas y forzadas, que han supuesto un uso masivo de agroquímicos y de recursos hídricos, para obtener cantidades casi inigualables en otras partes del mundo ha acabado con casi todos los servicios de los que podía disponer. Además, el hecho de que se utilicen todos esos insumos para satisfacer, con la exportación, necesidades de comunidades externas es, a decir poco, insensato. Que se exporte agua desde un territorio en el que su abastecimiento es tan frágil, que se tengan que “engordar” los terrenos con ingentes cantidades de insumos externos y que se piense que se puede competir con territorios con mucho más altas disponibilidades, no deja lugar a dudas sobre su insensatez. Así como la introducción de espacies exóticas, accidentales, debidas a los inmensos flujos de personas y mercancías, o bien intencionales, para “embellecer” las residencias y estructuras de uso turístico y no, y que hoy, gracias a la vulnerabilidad y sobre todo a la penetrabilidad de los espacios naturales, excesivamente fragmentados, amenazan ulteriormente la capacidad de los ecosistemas canarios de seguir produciendo servicios. El impacto de la urbanización generalizada sobre los litorales y sus frágiles ecosistemas, la ocupación de las mejores tierras agrícolas por residencias y estructuras turísticas, la canalización de los nacientes y la sobreexplotación de los acuíferos, con las importantes reducciones de los servicios que proporcionan, parecen ser las principales consecuencias del modelo de desarrollo abrazado (turismo de masas), que si bien ha aumentado el nivel de vida de sus habitantes y en muchos casos contribuido, a través de su rentabilización, al mantenimiento de algunos servicios culturales (como la artesanía, producciones típicas, folclore, etc.) en su conjunto está mermando el capital natural de las islas y la posibilidad de que los ecosistemas puedan seguir ofreciendo los servicios proporcionados hasta ahora, incluidos aquellos servicios que sustentan el mismo desarrollo turístico (paisaje natural, paisaje rural, mesoclimas, diversidad, etc.). Y lo peor es que esta tendencia no presenta signos de modificación. Es decir, las islas están padeciendo un desarrollo inadecuado para sus características socio-ecológicas y culturales. Por un lado, se ha instaurado un proceso de “continentalización”, ya evidenciado por muchos autores en diversos archipiélagos, en el que se promueve el mismo tipo de desarrollo que atañe y a veces destruye los sistemas continentales, reproduciendo las prácticas extractivas y de consumo, las tecnologías sucias y hasta los criterios estéticos del continente, con la introducción de especies ornamentales “conocidas” y la cementificación relacionada con las grandes estructuras habitativas o recreativas y de ocio, urbanas y no, y que además está reduciendo la atractividad del destino turístico. Mientras que por el otro, el afán por competir en el mercado turístico mundial, y sobre todo europeo, con los demás destinos de “sol y playa” a través de una promoción de tipo “caribeño” a bajo coste, no sólo no valora ni valoriza la riqueza natural y cultural de las islas, sino que está promoviendo ulteriormente su artificialización. Hasta el punto que, en el ámbito académico del sector turístico internacional, se habla de evitar la “canarización” de los destinos. Ahora bien, a partir de las últimas décadas del siglo pasado se han puesto en marcha diversas acciones, a todos los niveles administrativos, desde la Protección de Espacios Naturales hasta los Planes de Ordenación Territorial y los Procesos de Agenda Local 21, pasando por el Foro y el Observatorio para el Desarrollo Sostenible, hasta llegar a la reciente creación de la Agencia Canaria de Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, además de las Bases de Datos sobre Biodiversidad, pero esto no ha logrado frenar la degradación de los ecosistemas, sino que de hecho han empeorado. Es así que se hace necesario poner la vulnerabilidad de los sistemas insulares en la base de la toma de decisiones, así como involucrar a la población y al mundo académico, así como a comerciantes, empresas y a la sociedad civil en general, en una gobernanza del territorio que se oriente hacia la adopción de un modelo de desarrollo más cónsono con las características de Canarias y que pueda aún generar una visión de futuro para sus habitantes y para las generaciones a venir. Un desarrollo que apueste de manera fuerte y clara sobre la sostenibilidad del turismo, y así de los patrones de consumo en general, en el que se promueva la orientación del imaginario colectivo hacia el descubrimiento del patrimonio natural y cultural de las islas, su interiorización e interpretación y la educación a ese tipo de desarrollo, implementando las acciones necesarias para que se haga realidad. Además, y como complemento de la evaluación que aquí se presenta, es fundamental que se active el proceso regional de evaluación de todos los ecosistemas que componen el archipiélago para establecer los servicios y funciones que les son asociados, los impactos reales del desarrollo sobre cada uno de ellos y las prioridades de intervención. Así como es de gran importancia que se siga promoviendo la investigación sobre los procesos ecológicos que subyacen al bienestar humano en Canarias y la difusión de ese conocimiento entre los diversos sectores de la comunidad para su incorporación en el¿ proceso de toma de decisiones a todo nivel y en pro de la valorización del capital que el archipiélago alberga.