Las ideas estéticas de Domingo Doreste (1868-1940)
- GARCÍA MARTÍN, MARÍA DEL CARMEN
- Andrés Sánchez Robayna Director
Universidad de defensa: Universidad de La Laguna
Fecha de defensa: 27 de abril de 2011
- Jorge Urrutia Gómez Presidente/a
- Rafael Ibáñez Hernández Secretario/a
- Miguel Martinón Vocal
- Agustín Millares Cantero Vocal
- Andrés Soria Olmedo Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
Domingo Doreste Rodríguez (Las Palmas de Gran Canaria, 1868-1940), más conocido como "Fray Lesco" por ser este el pseudónimo con el que firmó la mayor parte de sus escritos periodísticos, nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1868. Su vida profesional estuvo atada a los juzgados desde que se licenció en Leyes por la Universidad de Salamanca, pero su enérgica vitalidad interior lo convirtió en uno de los intelectuales más activos y célebres que reformaron el entramado cultural en Canarias a lo largo del primer tercio del siglo XX. Escribió ensayos sobre arte, literatura, teatro, religión o política; artículos de opinión acerca de cualquier hecho, próximo o lejano; crónicas paisajísticas que dibujaron con palabras hermosos paisajes de Castilla, Italia, Tenerife o Las Palmas; algunos cuentos, costumbristas e inocentes, y muy pocas poesías, francas y espontáneas, que nos muestran una existencia, la suya, "que duró tan solo/ el mirar de una estrella" (Domingo Doreste, "La estrella compasiva", Salamanca, 1909). En 1932 abordó una empresa radicalmente nueva para él cuando escribió el libreto de La Zajorina, zarzuela de costumbres canarias con música de su hijo Víctor Doreste Grande, que tuvo gran éxito de público y crítica en su época y que fue reestrenada el pasado mes de marzo en Las Palmas de Gran Canaria. Sus primeros años transcurrieron en Vegueta, entre sus pasajes rebosantes de encanto señorial y los elevados muros de la Catedral de Santa Ana, espacio predilecto que estimuló algunas de sus más brillantes reflexiones sobre Arte y en el que afloró su sentido misticismo. En 1895 marchó a Salamanca a estudiar Derecho. Allí vivió el desastre colonial que marcó a su generación, conoció a don Miguel de Unamuno, referente constante en su vida y en su obra, y se dejó seducir por el encanto que henchía los rincones de la vieja ciudad. Fue el ambiente cultural y artístico salmantino el que sentó las bases elementales de su pensamiento estético y el que creó un vínculo eterno entre su alma, sedienta siempre de belleza y justicia, y la difícil tarea que emprendió desde aquellos años, la de consolidar en la sociedad unos principios éticos y estéticos basados en la máxima sobre la que se asienta su teoría perfecta: "Todo lo que tienda en embellecer y ennoblecer la vida, es arte". En 1901, becado por la Universidad de Salamanca, fue a Bolonia, ciudad en la que debía investigar sobre su tema de tesis, la "filosofía del derecho". No obstante, sus pasos académicos se alejaron gradualmente de ese objetivo primero y se aproximaron a la Facultad de Letras, donde el viejo poeta italiano Giousuè Carducci, autor de Odi barbare y del himno A Satan, analizaba en sus clases de literatura italiana la obra inmortal de Dante Alighieri. Desde entonces la literatura, la cultura y la lengua italianas desbordaron las páginas de sus más originales y reputados escritos, algunos de los cuales fueron publicados en la omnipotente prensa madrileña. Hasta 1911 no volvió a establecerse definitivamente en Canarias. Durante ese lapso de tiempo se vio obligado a trabajar como escribano de actuaciones en Guadalajara, Madrid, Salamanca y, finalmente, en Las Palmas de Gran Canaria. Esta movilidad espacial permitió que su pensamiento estético medrara gracias a las diferentes perspectivas que tomó de la cultura de cada lugar. En 1918 creó la Escuela de Artes Decorativas Luján Pérez junto a Juan Carlo Medina, Nicolás Massieu Matos y Enrique García Cañas. Sin embargo, tras un corto intervalo de tiempo, quedó como único director, animador espiritual y financiero de la empresa. Su idea inicial, fruto de una conversación informal con Juan Carlo, fue crear un centro de perfeccionamiento del arte popular, una escuela de decoradores que fuera capaz de elaborar elementos ornamentales alternativos a los importados. Este propósito se fue dilatando gracias a la acogida que tuvo entre los jóvenes artistas de Las Palmas que, por fin, dispusieron de un espacio en el que expresarse libremente, y terminó sembrando, como es sabido por todos, el germen del nuevo rumbo que, a partir de aquellos días, iba a tomar el arte en las Islas. Hasta el 14 de febrero de 1940, fecha de su muerte, su actividad pública se repartió entre la dirección de la Escuela, en la que también impartió una serie de charlas sobre Arte; sus artículos en prensa, memoria y conciencia de su tiempo, convertidos muchas veces en verdaderas "batallas dialéticas" por la pasión con que defendió sus ideas y el revuelo que estas causaron a menudo en la fracción más conservadora de la sociedad isleña, y sus discursos y conferencias, que tenían por objeto sacudir las conciencias, sobre todo las de los más jóvenes, que permanecían entonces aislados en un cómodo y desesperanzador desprecio por lo espiritual, lo bello, lo culto... Sus últimos años de vida, dominados por el empeoramiento de una salud que nunca fue robusta y el desconsuelo de ver una sociedad cada vez más radicalizada y violenta, transcurrieron sumidos en un elocuente silencio.