El pensamiento religioso de María Zambrano

  1. Víllora Sánchez, Carmen
Dirigida por:
  1. Juana Sánchez-Gey Venegas Director/a

Universidad de defensa: Universidad Autónoma de Madrid

Fecha de defensa: 24 de abril de 2014

Tribunal:
  1. Tomás Albaladejo Presidente/a
  2. Ángel Casado Marcos de León Secretario/a
  3. Juan Fernando Ortega Muñoz Vocal
  4. Gregorio Gómez Cambres Vocal
  5. Luis Miguel Pino Campos Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

La tesis doctoral El pensamiento religioso de María Zambrano, se ha estructurado en cuatro capítulos seguidos de algunas conclusiones. En el primero se realiza un recorrido por la biografía intelectual de María Zambrano, siguiendo su afirmación: ¿la vida, no tiene partes, sino lugares y rostros¿. También se describe el pensamiento filosófico zambraniano y las influencias en su filosofía entroncada con Séneca, Agustín de Hipona, Ortega, Machado, Unamuno y Zubiri Su logro depende de dos factores: de la claridad de su mirada y de la perfección de la palabra. Ya lo sabía la propia Zambrano: no se escribe por necesidades literarias, sino por la necesidad que la vida tiene de expresarse. Encontramos unos temas nucleares que recorren toda su obra, éstos son: La preocupación política, que propone generar un modo nuevo de convivencia y participación ciudadana, para que llegue un día en que todos los seres humanos puedan vivir plenamente como personas. La inquietud filosófica, que busca la reforma del entendimiento, algo que sea razón, pero más ancho, algo que se deslice también por los interiores, como una gota de aceite que apacigua y suaviza, una gota de felicidad: razón poética. La emergencia educativa, compartir, ser y convivir con los demás hacen de la autora veleña una mujer cargada de sentido social, con profunda preocupación con los temas educativos. Y finalmente el aspecto religioso, lo divino es experiencia personal que se proyecta en todo lo que se hace. Porque la inmanencia podría cosificar a la persona, sin embargo, la trascendencia habla de su carácter abierto y del bien que supone su relación con el otro. El segundo capítulo trata sobre la humanización de la historia. La agonía de Europa, propone abandonar la razón soberbia de la modernidad, que ha llevado a la inhibición religiosa y al nihilismo, y nos sugiere la apertura a una razón mediadora, que cuente con la vida. Zambrano analiza los movimientos políticos, intelectuales o filosóficos del continente europeo, y constata que la crisis tiene sus raíces en la pérdida del sentimiento religioso de participación y comunión con los seres, pérdida que nos conduce a una asfixia vital. De la mano de San Agustín contempla la utopía moderna de construir el reino de Dios en la tierra. La pretensión filosófica de destruir el horizonte para olvidar la distancia insalvable entre las dos ciudades, la de Dios en el horizonte y la de la tierra en edificación constante,. Desde el carácter democrático de su pensamiento, nos propone la libertad limitada libremente, no tomarse uno toda la libertad para que los demás también tengan la suya; el mundo donde la obediencia no es ya necesaria porque ha sido sustituida por el amor, que lleva a la igualdad. El mundo de la autoridad y de la libertad concentradas en un solo hombre, será sustituido por el mundo de la fraternidad. El tercer capítulo consiste en el trato con lo divino. Se presenta un recorrido por las manifestaciones de lo divino ya sean ausentes, desde la negatividad o presentes desde la revelación positiva. Expresiones de lo divino que son: la nada, la envidia, el amor, la esperanza, etc. Tras el racionalismo hemos de recuperar la piedad, La piedad es alteridad, y consiste en el sentimiento de comunión con las múltiples manifestaciones de lo real, sin perder la propia individualidad. La piedad, también es interioridad, específicamente humana donde la vida del semejante está implicada. Se concluye este capítulo con la creación de la persona. Todo esto constituye el nuevo humanismo que nos propone Zambrano fundado sobre la misericordia y mística. El capítulo cuarto trata el horizonte del pensamiento religioso de María Zambrano. Para alcanzar este horizonte María Zambrano nos propone algunos personajes de la literatura cargados de simbolismo. Antígona que es arquetipo de la humanidad. Nina, el personaje de la obra Misericordia de Galdós; Job que se juega no la existencia de Dios, según Zambrano, sino la relación personal con él. Señalará la autora malagueña, el abandono aquí, es de mayor transcendencia, que la palabra humana, revelándole un germen de hombre nuevo. Todo ello constituye el caudal, colmado de humanismo, que nos sugiere Zambrano. Nos conduce a entrar progresivamente en un proceso de divinización, de transparencia y lucidez y esto adviene en medio del compromiso ético con el mundo y con la historia. Porque la religiosidad que nos propone Zambrano es dinámica y progresiva, reconciliada con la vida, muy acorde con la actitud política que conlleva una intencionalidad transformadora de la realidad social. Una religiosidad de la libertad y la solidaridad, a la que dará el nombre de la religión de la luz y del Espíritu.