Arte, liturgia y drama en la representación del descendimiento en España

  1. García de Paso Remón, Alfonso
Dirigida por:
  1. Fernando Buenaventura Galtier Martí Director/a

Universidad de defensa: Universidad de Zaragoza

Fecha de defensa: 25 de enero de 2016

Tribunal:
  1. Francisco José Galante Gómez Presidente
  2. Juan Vicente García Marsilla Secretario/a
  3. Manuel Santiago García Guatas Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 400802 DIALNET

Resumen

El suceso del Descendimiento en el Monte Calvario es el inicio de una celebración litúrgica, que ya los cristianos del siglo IV conmemoraron en Jerusalén en la liturgia de la Pascua, de donde se difundió la costumbre a occidente. De esta ceremonia surgirá la representación iconográfica, desde el siglo IX, del misterio del Descendimiento con su posterior evolución en las tierras orientales de Bizancio y Siria principalmente. Es con los peregrinos y cruzados de Tierra Santa que regresan cuando toma presencia el Descendimiento en occidente en el siglo XI difundiéndose principalmente con las ilustraciones miniadas de los códices para pasar posteriormente a la escultura desde Alemania, siguiendo a Francia y España. El misterio del Descendimiento siempre tuvo un significado simbólico eucarístico por su alto contenido dogmático. Tuvo su antecedente como elemento visual catequético en capiteles y tímpanos románicos tallados en piedra. Parece que la difusión de la iglesia no fue suficiente y tuvo que ampliar su propaganda dogmática realizando los grupos lígneos románicos del Descendimiento, que surgieron en el Pirineo hispano y posteriormente en el centro de Italia como elemento de defensa y difusión contra la herejía cátara en un principio, para posteriormente ampliar su cometido en la defensa de la eucaristía y el misterio de la consustanciación. Dirigida está lucha y catequesis tanto contra los herejes cátaros como contra los judíos. Ya en época gótica el Camino de Santiago con su zona de influencia fue zona de circulación y difusión de un conjunto de herejías y principios antidogmáticos por los que los grupos lígneos del Descendimiento, ahora góticos, surgieron principalmente en los conventos. La liturgia Pascual por otro lado representó alegóricamente el Descendimiento en la celebración del Triduum Sacro en los momentos de la Adoratio Crucis y la Depositio, evolucionando los elementos participantes, pasando de la representación con la hostia consagrada al Imago Crucifixi para posteriormente dramatizar más el acto, con la Deposición de un Cristo articulado desde la cruz donde estaba crucificado hasta que era descendido y enterrado con el fin de ser más real y menos simbólica para los fieles. En España el uso de cristos articulados en el Triduum debió de ser cerrado a pequeño grupos monacales dados los cristos conservados de esta época, sin documentación escrita que acredite su participación en los mismos, sólo trasmitido por los testimonios escultóricos en piedra que reproducen el momento. Estas primeras representaciones dramáticas del Descendimiento con imágenes articuladas para descender fueron modelo y fuente de inspiración para los artistas y sus representaciones escultóricas en los relieves como se puede comprobar en algunos de ellos que reproducen el acto. (Santo Domingo de Silos o San Isidoro de León, lo que cronológicamente adelanta las imágenes de cristos articulados al siglo XII, aunque no se conserven tallas de estas características. Los pintores del siglo XV también se inspiraron en estos actos ya fueran paralitúrgicos o teatrales para sus representaciones pictóricas del Descendimiento, aportando igualmente soluciones mecánicas a la forma de bajar la imagen como la sabanilla o lienzo que empieza a aparecer en las representaciones de esta época sin lugar a dudas como elemento proveniente del teatro. El Concilio de Trento es la línea que separa las dos formas de celebrar el Descendimiento pasando de una forma paralitúrgica (muy cercana a la liturgia) y en latín, a unas formas más teatrales que podemos denominar Función del Descendimiento. La Función del Descendimiento como se conoce después de Trento es una evolución de la Deposición paralitúrgica que tiene su origen en las misiones coloniales americanas, donde los misioneros adoctrinaron con las imágenes a los pobladores, para lo que idearon unas formas visuales basadas en el teatro, aportando tramoyas y efectos especiales que hicieran más impactante y creíble lo que allí se estaba celebrando. El éxito de estas formas de celebración llegaría a España, ya convertido en Función del Descendimiento, primero a Canarias y posteriormente Sevilla y al resto de Castilla (Madrid, Salamanca). El uso del Descendimiento por la iglesia postridentina, es un acto de piedad, sin olvidar su aspecto didáctico catequizador dirigido a los fieles españoles. Después de Trento es cuando las cofradías se hacen cargo de la representación del Descendimiento entre sus celebraciones de Semana Santa. Las primeras cofradías, anteriores a Trento, que acogieron posteriormente la Función del Descendimiento entre sus actos. Tienen principalmente por advocación: de la Soledad o del Santo Entierro. Después de Trento una vez renovada la Función del Descendimiento en tierras americanas se convierte en un acto mimado donde los actores siguen las directrices de un predicador que es fundamental para el éxito adoctrinador y didáctico del acto. Como acompañante a la Función del Descendimiento surge el Sermón del Descendimiento o el también americano Sermón de las Siete Palabras ambos contempladores de las aflicciones y bondades de Cristo y su Madre como ejemplo del auditorio. Las órdenes religiosas, en especial franciscanos y dominicos, fueron las postuladoras de la Función del Descendimiento, para lo que buscaron mecenas entre la nobleza y la burguesía para la difusión de la misma. Esta difusión se haría mediante la donación de las imágenes (Cristo y Virgen de la Soledad y Urna) y la fundación de una cofradía pasionista en un convento. Casi siempre inducida por una orden religiosa. Aun estando las ordenes religiosa al cuidado de las Cofradías y sus actos, los obispos cuidaron de la pureza de la fe en todo momento con las ordenanzas sinodales para mantener en la ortodoxia estos actos evitando los excesos de fervor, falsas creencias e irreverencias. Las esculturas articuladas de cristos siempre pretendieron tener el mayor parecido con la realidad para llegar mejor a los fieles. Dentro de las conservadas desde el siglo XIII hasta hoy existen en el arte español tallas de gran importancia artística para la historia del arte, que en muchas ocasiones son relegadas por los estudiosos del arte por su naturaleza de articuladas cuando hay que valorarlas aún más por esta especial circunstancia que la revaloriza. Las tallas de los cristos no atienden a un tamaño definido ni por cronología, ni por lugar geográfico o habitantes de la localidad, no pudiéndose precisar concretamente a que pertenece la variedad de tamaño. Sí son de tamaño académico muchos cristos que pertenecen o han pertenecido a algún convento, pero no se puede establecer una relación bien justificada. Las articulaciones que estas tallas han usado a lo largo de los siglos son de variados sistemas mecánicos. Desde el más primitivo, el de goznes que suele ser el usado por los cristos españoles más antiguos, al denominado de placa y hendidura o de galleta que es el más usado en todas las épocas. Las articulaciones se disimularon con una badana o lienzo policromado. Muchas de las tallas no las han conservado pareciendo que no hubieran llevado nunca esta “protección”, lo que no impide que hubiera algún Cristo sin esta cubierta. El mayor número de cristos conservados corresponden al siglo XVII, momento de esplendor de la Función del Descendimiento en España seguidora de las tesis de Trento. El siglo XVIII es el siglo que mayor número de cristos con pelucas con el fin de aparentar más naturalidad y apariencia más humana. No hay que olvidar que en esta época estaba de moda la peluca entre los hombres, por lo que fue más normal encargar y arreglar las de los cristos. La escenificación fue muy importante para la representación de la Función del Descendimiento. Dos fueron las formas de escenificación según las necesidades pastorales de los fieles. La externa, en muchos casos necesidad de espacio dada la afluencia de público cercana a una ermita o en la plaza cercana a la iglesia, era más “festiva”. La representación interna donde el acto resultaba más solemne y litúrgico. En algunas de ellas se usaron tramoyas teatrales para dar ambientación a lo que ayudaba al predicador en sus fines. Que la celebración sea en el interior de una iglesia o al exterior no está ligado a razones climáticas territoriales, pues lugares de condiciones climáticas duras celebran por tradición secular la Función del Descendimiento en el exterior. Actualmente se están recuperando muchas Funciones del Descendimiento por tradición religiosa de los pueblos, lo que hace que se restauren imágenes arrinconadas en oscuros retablos o en desvanes eclesiásticos lo que revaloriza un patrimonio muy abandonado por los historiadores del arte y los eclesiásticos. Para finalizar cuenta la tesis con un catálogo de cristos articulados compuesto de 357 imágenes que van desde el siglo XIII a la actualidad, en el que además del estudio formal de cada Cristo se realiza un estudio del contexto de la imagen y su uso. El acto de la Función del Descendimiento, a pesar de todas las trabas que la historia le ha puesto en su evolución, seguirá siendo un acto muy querido por los fieles, que todos los años, identificados con el momento bajan a Jesucristo de la cruz, siguiendo la enseñanza de los buenos amigos de Jesús, José de Arimatea y Nicodemo.