El Kadaoui, Saïd. Radical(es). Una reflexión sobre la identidad

  1. Yasmina Romero Morales 1
  1. 1 Universitat de Lleida
    info

    Universitat de Lleida

    Lleida, España

    ROR https://ror.org/050c3cw24

Revista:
Universum: revista de humanidades y ciencias sociales

ISSN: 0716-498X 0718-2376

Año de publicación: 2022

Año: 37

Volumen: 1

Páginas: 335-337

Tipo: Artículo

Otras publicaciones en: Universum: revista de humanidades y ciencias sociales

Resumen

Said El Kadaoui, junto a Najat El Hachmi o Laila Karrouch, forma parte de esa generación de escritores marroquíes, o de origen marroquí, que han decidido escoger el español como lengua literaria y trasladar a sus textos, de ficción o no, el diálogo identitario más íntimo que les ha supuesto la experiencia de ser personas migrantes. El ensayo de Said El Kadaoui es una narración comprometida en torno a la identidad y sus aparejados conflictos en un contexto complejo como el de la migración. El propio El Kadaoui es arte y parte de esta aproximación al huidizo concepto de la identidad, dado que su familia se trasladó desde Beni-Sidel a Cataluña cuando él era apenas un niño de siete años. Fue en la Península donde creció, se educó y eligió formarse en psicología en la Universidad Autónoma de Barcelona para, finalmente, especializarse en terapia psicoanalítica en la Universidad Ramon Llull. Said El Kadaoui es, por tanto, marroquí, pero también es español, y musulmán, y agnóstico, y laico, y psicólogo, y escritor, y un largo etcétera de conjunciones con dimensiones y repercusiones políticas que evidencia la complejidad de las subjetividades identitarias. Asegura Said El Kadaoui que estaba escribiendo su ensayo cuando sucedieron los terribles atentados terroristas perpetrados en Barcelona y Cambrils en agosto de 2017 y que una de las muchas preguntas que le pasaron por la cabeza, sobre todo al ver a las madres de algunos terroristas en televisión vistiendo chilaba y hiyab, fue: si sus hijos “iban a asociar esa vestimenta, esa estética, con algo peligroso” (31). Y así es como empezó a reflexionar sobre el islam y los musulmanes en Europa, esto es, sobre un fenómeno visto desde la lógica del cuerpo extraño porque, a pesar de ser el islam una religión europea, en la medida que muchos europeos son musulmanes, siguen siendo recluidos ellos y todo lo islámico en lo otro. El Kadaoui reflexiona sobre esto y sobre sus consecuencias en las y los musulmanes más jóvenes, máxime aquellos que viven momentos de tensa fragilidad existencial: algunos rompen en pedazos por el lado de la desconexión, como si dijeran “nada tenemos que ver con el islam” (53), lo que se observa a menudo mediante una apariencia de hiperadaptación al país de origen; otros, rompen por el lado del apego excesivo y se erigen en ciegos defensores “de un islam beligerante y maniqueo” (53) que no siempre terminan de comprender. De ahí el título del ensayo, Radical(es), como esa necesidad de ir a la raíz de las cosas para entenderlas, pero también como esa radicalización religiosa que pone en peligro la que debiera ser una pacífica convivencia entre diferentes culturas, religiones y procedencias. En Radical(es), Said El Kadaoui reflexiona sobre la noción de identidad de unos individuos concretos, en un tiempo determinado y desde una perspectiva plural y evolutiva. El autor acude a su propia biografía de marroquí que se instaló en España cuando era solo un niño, como hemos señalado, pero también a los informes objetivos emanados de su propia experiencia profesional como psicoterapeuta. Es así como se interesa por los efectos psicológicos de la inmigración y se detiene en conceptos problemáticos a los que se exponen las personas migrantes, como la aculturación, la asimilación, la integración, la marginación, el desarraigo, el arraigo y, sobre todo, el múltiple arraigo, que es el que defiende a ultranza el autor casi como única estrategia de supervivencia (71). Lo anterior, amén de la necesaria avenencia del islam, según señala, con los principios seculares de las sociedades modernas (45). Y todo ello a través del respaldo intelectual de autores como Tzvetan Tódorov, Abdellatif Laabi, Erik H. Erikson, Amin Maalouf, Amartya Sen, Edward W. Said, Chimamanda Ngozi Adichie y otros tantos que, desde diferentes ángulos, dan sostén a sus ejemplos cotidianos de la realidad más didáctica y, al tiempo, de la realidad más cruda y desgarrada de discursos que identifican la inmigración con la pobreza o la delincuencia. Así, Kadaoui denuncia abiertamente que ser marroquí no es fácil en Europa, por la inseguridad jurídica, por el racismo institucional y por las muchas preguntas que genera en ti mismo ser una persona migrada, pero también por las muchas preguntas que genera en los demás que lo seas. Sujetos eternamente interpelados por la mirada del autóctono. Eternos extranjeros. Kadaoui apuesta por normalizar la migración y no reducir la identidad a una única cosa, ya sea marroquí, español, musulmán, agnóstico o judío: “la identidad es un continente flexible y elástico en el que caben todas nuestras vivencias” (24). De alguna manera y, probablemente sin ser una referencia consciente, acude a los procesos de hibridación que propusiera Néstor García Canclini en sus Culturas híbridas (2001), que no solo relativizan la noción de identidad, sino que se oponen abiertamente a los discursos biologicistas y esencialistas más tradicionales. Por supuesto, y como defiende el propio autor, “el lugar más interesante es el de los matices” (107), por lo que se le podría achacar a su ensayo la ausencia de la necesaria perspectiva de género, que permitiría complejizar aún más su reflexión a partir de un posible acercamiento al islam vivido por las mujeres en Europa. También se le podría instar a una mayor capacidad de análisis ante su posicionamiento crítico frente a la izquierda progresista europea, española en este caso, a la que acusa de haber caído en la trampa del relativismo cultural y de no pensar seriamente el islam al igual que sí “lo ha hecho con la iglesia católica” (56). Con todo y con eso, lo que está claro es que la lectura de Radical(es) consigue que nos apartemos de la visión rígida y simplista del enfrentamiento entre dos mundos, pues no somos “dos ejércitos en orden de batalla que se preparan para el enfrentamiento” (100), pero sobre todo porque el proceso migratorio no se puede reducir a dos unidades o elementos, sino que consiste en una hibridación poliédrica que nos sitúa en territorios intermedios, no delimitados por ningún tipo de frontera.