Factores predictores de la violencia en la pareja de adolescentes y jóvenes

  1. Caro Olivares, Cristina
Supervised by:
  1. Virginia Sánchez Jiménez Director

Defence university: Universidad de Sevilla

Fecha de defensa: 09 November 2018

Committee:
  1. Rosario Ortega Ruiz Chair
  2. Rosario del Rey Alamillo Secretary
  3. J. A. Mora-Merchán Committee member
  4. Paz Elipe Muñoz Committee member
  5. Rosaura González Méndez Committee member

Type: Thesis

Teseo: 561836 DIALNET lock_openIdus editor

Abstract

La presente Tesis Doctoral pretende avanzar en el conocimiento del fenómeno de la violencia en la pareja de novios adolescentes. Tradicionalmente, la violencia surgida en las incipientes relaciones de noviazgo vino suscitando menos interés investigador que la violencia entre parejas adultas, pero, tras los datos ofrecidos por estudios más recientes, el alto porcentaje de implicación en comportamientos agresivos de nuestros adolescentes activa las alarmas pasando a considerarse como un verdadero problema social en dicha población. MARCO TEÓRICO Desde el primer estudio realizado por Makepeace (1981) en el que se encontró que un 20% de los adolescentes, sin diferenciar sexo, habían sufrido violencia en la etapa del noviazgo, los posteriores trabajos sobre este fenómeno han aumentado de forma significativa, principalmente, tras la alta prevalencia reportada. En la actual década, la diversidad de estudios viene coincidiendo en que la implicación en este fenómeno está presentando unos índices de prevalencia general en torno al 65% (Connolly et al., 2010; Demarais et al 2012; Fernández-Fuertes & Fuertes, 2010; Foshee & Reyes 2011; Graña & Cuenca, 2014; Haynie, Farhat, Brooks-Russell, et al 2013; Menesini et al 2011). La violencia de pareja adolescente está centrada en un contexto donde ocurren actos que lastiman a la otra persona por la que existe atracción y es por lo que deciden quedar para salir juntos (Close, 2005). El rango de relaciones en donde podría presentarse esta forma de violencia es bastante amplio, ya que puede incluir desde el citarse, tras sentir atracción física, hasta relaciones formales de noviazgo (Cornelius & Resseguie, 2007). Como apuntó Anderson & Danis (2007), esta violencia ocurriría en el contexto de una pareja donde sólo hay encuentros esporádicos o sólo tienen una relación de novios, es decir no conviven ni poseen un vínculo formal, características que diferencian esta violencia, de la violencia en pareja de adultos, (Schütt, 2006), la denominada como violencia sexista, machista o contra las mujeres. La violencia que nos ocupa también se caracteriza por ser bidireccional, es decir que los comportamientos agresivos quedan definidos como tasas equivalentes de violencia en la pareja, haciendo referencia a una situación donde ambos, por igual, se implican en agresión y victimización psicológica, física o sexual (Giordano, Soto, Manning & Longmore, 2010; Jonhson, 2006; Muñoz & Echeburúa 2016), con frecuencia y severidad similar (Capaldi & Larringisen, 2012; Fernández-González, O’Leary & Muñoz-Rivas, 2013; Menesini, Nocentini, Ortega-Rivera, Sánchez, & Ortega, 2011). La contribución de ambos sexos a la violencia bidireccional haría que la pareja normalizase esta forma de relacionarse haciendo menos probable la percepción de ciertos comportamientos como verdaderas agresiones (Cornelius, Shorey & Beebe, 2010; Viejo, 2014; Viejo, Monks, Sanchez, & Ortega-Ruiz, 2015). Y, además, se presume que los comportamientos agresivos comienzan como algo leve, ocasional y principalmente de carácter psicológico y que, de forma gradual, se convierten en violencia física o en actos agresivos de mayor gravedad (Taylor, Stein & Burden, 2010). Varios son los estudios que han demostrado que los comportamientos agresivos psicológicos preceden y predicen el desarrollo de comportamientos agresivos físicos, apoyando la progresión hipotética de la agresión psicológica a la física (O´Leary & Woodin, 2009). Y es que la violencia psicológica ha sido reconocida como la antesala de la violencia física en parejas adolescentes (Muñoz-Rivas, Graña, O´Leary & González, 2007; Salis, Salwen & O´Leary 2014; Viejo, Sánchez & Ortega-Ruíz, 2014) o que pueden ocurrir al mismo tiempo (Barreira, Carvalho & Avanci, 2013). Estas características presentan un aspecto preocupante en cuanto a que podría situar a los implicados en una situación donde no hicieran una valoración adecuada de lo que les sucede. Los adolescentes idealizan el amor y desconocen, en muchos casos, determinados comportamientos considerados de alto riesgo en una relación de pareja (González-Ortega, Echeburúa, Corral, 2008). La comisión de estos actos violentos, la invisibilización de los mismos y la aceptación como normal en la dinámica de la relación, constituye un mal en sí mismo que debe atajarse. En el origen y en el mantenimiento de este tipo de conductas están implicados una amplia gama de factores de distinta naturaleza, ya explorados por la comunidad científica. Desde la presente tesis se pretende esclarecer algunos de los principales factores cognitivos, emocionales y contextuales que están prediciendo o explicando estos comportamientos violentos en la pareja. - Los factores contextuales se han contemplado por la propia naturaleza del fenómeno y es que bastantes evidencias empíricas han dejado constancia de que las variables contextuales son, fundamentalmente, las que se encuentran en la base explicativa de la violencia en las parejas adolescentes (Capaldi et al 2003; 2005; Sánchez et al, 2012). La dinámica relacional que se establece entre ambos ha sido considerada como un factor contextual predictor de actos violentos en su relación (Mandi, White-Ajmani & Bursik 2013). Los datos reportados por un estudio confirmaron que el 80% de los adolescentes que habían estado implicados en algún tipo de violencia en su relación sentimental, lo hicieron en un contexto caracterizado por una elevada conflictividad (Messinger et al., 2012). Los conflictos son inevitables en cualquier sistema relacional e inherentes al contexto de la pareja (Linares, 2006). En su momento, Jacobson, Gottman, Rushe & Cox (1993) concluyeron que la comunicación de las parejas violentas se hallaba plagada de una alta reciprocidad interactiva negativa. Pueden devenir interacciones conflictivas violentas cuando no se resuelven de manera adecuada, cuando algunos de los miembros ejercen una función dominante, controladora o posesiva sobre el otro (Rubio-Garay, et al 2015) o en un contexto donde ambos miembros están involucrados en la agresión (Johnson, 1995; 2008). Un importante corpus de investigación empírica recogido en los últimos años nos ha acercado cada vez más al conocimiento de estas dinámicas agresivas en el noviazgo, donde el conflicto se presenta como un importante predictor de la violencia (Amar, et al 2015; Capaldi et al, 2012; O'Leary 1999). - Aparte de los factores contextuales, hay que tener en cuenta los procesos cognitivos y emocionales que se ponen en marcha ante una situación conflictiva con la pareja (Crick & Dodge, 1997). La multitud de casos existentes de este tipo de violencia ha llevado a muchos investigadores a plantearse qué sucede en la mente humana para que la conducta violenta se llegue a aceptar de manera estable a largo plazo y no se decida cortar con la relación a pesar del daño reportado. A raíz de esta reflexión, en el presente trabajo, se decide profundizar en la variable cognitiva desconexión moral como proceso auto regulatorio que facilita que el ser humano realice comportamientos agresivos sin causarle daño moral. En estos casos, para evitar la auto sanción, se ponen en marcha una serie de mecanismos cognitivos que reestructuran los pensamientos, haciéndolos moralmente justificables, minimizando los efectos del comportamiento y permitiendo al sujeto mantener intacto sus principios morales evitando, de esta forma, las auto sanciones. Bandura (1996) los denomina como Mecanismos de Desconexión Moral. Este proceso cognitivo da explicación a muchas situaciones de violencia donde tanto los agresores como las víctimas, en determinadas ocasiones, no se sienten culpables por el daño causado o no alcanzan a ver la gravedad de sus actos. Aplicado a una relación de pareja, estos procesos cognitivos podrían desencadenarse en situaciones de conflictos y discusiones, donde tanto la persona que agrede como la que es agredida no pueden aceptar como suyos, pensamientos o actos “horribles” y terminan justificándolos, atribuyendo la culpabilidad a su pareja, o minimizando las consecuencias de esos actos, como posible solución para sentirse bien consigo mismo y así limpiar su conciencia. - Este constructo se completa atendiendo a la influencia de los factores emocionales que se ponen en marcha cuando la persona hace uso de dichos mecanismos. Concretamente en este estudio se ha analizado la variable emocional rumiación hostil. La rumiación hace que el sujeto se meta en un círculo incontrolable donde cavila una y otra vez sobre los pensamientos perniciosos que le brotan ante una vivencia conflictiva y lo hacen de una manera repetitiva. Los estudios centrados en analizar esta variable en relación con la violencia en la pareja son todavía escasos. Ortega-Ruíz y Sánchez (2011) señalaron que la rumiación, la baja autoestima, la hostilidad y la regulación de la ira eran factores emocionales predictores de la violencia en la pareja, conclusión obtenida también por Goldstein (2011) que en una muestra de jóvenes entre 18-25 años, concluyó que la rumiación negativa predecía esta forma de violencia.